Estados Unidos ha puesto fin a su peor pesadilla. Osama Bin Laden ha muerto. Elaborada durante muchos años, estudiada al milímetro durante los últimos meses, una operación de las fuerzas especiales de élite estadounidenses Navy Seals ha acabado con la vida del líder de Al Qaeda. Así lo anunció en torno a las once y media de la noche del domingo (cinco y media de la madrugada del lunes en España) el presidente de Estados Unidos, Barack Obama. Los agentes abatieron a disparos al líder de Al Qaeda en la localidad de Abottabad -a 80 kilómetros de Islamabad y en el norte de Pakistán- en una operación en la que no hubo bajas estadounidenses. En el día siguiente al anuncio, en su segunda comparecencia desde que se desarrolló la operación, en un acto de homenaje a dos soldados fallecidos en la Guerra de Corea, Obama ha afirmado: "Es un gran día para América, el mundo es más seguro y mejor a causa de la muerte de Osama Bin Laden".
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Después de esta noticia y de las declaraciones de Obama, podemos darnos cuenta de que los americanos y el mundo en general, esperaban la muerte del líder de Al Qaeda con los brazos abiertos. Miles de personas fueron matadas por Bin Landen, pero ahora una persona ha acabado con su vida. Aunque no tiene comparación, esta persona fue asesinada con dos tiros en la cabeza junto con una de sus mujeres y un hijo mayor de edad. Además, ha sido enterrado en el mar de acuerdo con la práctica musulmana. Desde mi punto de vista, el terrorista más buscado del mundo ya descansa bajo el mar. Ahora, habrá que esperar a que se difunda el nombre del nuevo líder de la banda que, probablemente, consiga ser mucho más malvado que este y llegue a hacer más daño en esta sociedad, que no encuentra la forma de conseguir la paz.
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